domingo, 30 de enero de 2011

La palabra escrita, yo y uno mismo (primera parte)

De "Puerto Libre", blog de A. Mastretta
"Las emociones nos embaucan a veces.
No sabemos de qué tamaño son
y andamos a tientas por algunas de ellas,
mientras las otras nos miran, compadeciéndonos.
Porque si algo tienen, las emociones,
es una capacidad tal de convivencia
que por el mismo cuerpo con que nos alegramos
pasa de pronto la pena, sin pedir permiso."

Ensalmo
“Yo,[.......] , me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima,ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contradecida. Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir  mis arrebatos. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas. Y nada abreviaré que deba sucederme, ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días. (Citado de un texto de Ángeles Mastretta).
Yo y uno mismo

Esta semana he tenido la oportunidad de aprender y reflexionar en torno a la vida y el mundo que me rodea. Debo esta oportunidad a Norbert Bilbeny. Sin tener expectativas enormes, de pronto me sorprendió con su hablar y su modo de expresarse alrededor de grandes temas que todos(as) deberíamos ser capaces de analizar, desde nosotros primero y desde los demás después.
Mucho he pensado acerca de mantener activos los espacios en los que escribo y me expreso. He decidido que seguiré plasmando mis palabras a ratos complicadas, rebuscadas, abarrocadas pero que son a fin de cuentas espacios de expresión. Entiendo que escribir y publicar -desde mis blogs, desde mi participación en las redes, publicando una que otra cosa-, conllevan una enorme responsabilidad. La palabra escrita está ahí, comprometida, presenta. En cambio, las otras palabras, a menos que hayan sido registradas se las lleva el viento.
Bilveny ha abierto horizontes de reflexión que no imaginaba, sólo algunos pensamientos los intuía y no pasaba de ahí. El Dr. Emilio Martínez Navarro ya me había dado la oportunidad de pensar y repensar ciertos temas y ahora Norbert Bilveny, sin saberlo, me ayudó a ampliar un poquito más el círculo.
Especialista en relaciones interculturales, docente, investigador, escritor, catedrático de ética en la Universidad de Barcelona, Norbert Bilveny dejó correr como viento fresco su conocimiento, sus pensamientos, sus reflexiones, sus posturas frente a grandes temas de actualidad a través de un seminario de ética intercultural. 
Este catalán nos habló de que la razón no es la voluntad de ser razonador, ni razonable (voluntarismo), ya que es inabarcable. Nos dijo que alguien que se propone ser racional no nos informa de lo que significa razonar, apuntando que la razón es la capacidad del pensar. Un pensar que cuenta. Es el pensar que hace servir el contar. El pensamiento que segmenta y recombina datos, valores (los valores no dejan de ser datos). Colecciona elementos que se recombinan. Pensar que tiene en cuenta. Pensar que no sólo se dedica a calcular sino que interpreta, delibera, sopesa. Pensar que está más allá del cálculo apropiándose de significados que van más allá del mero pensar. Más que calcular, interpreta, más que interpretar, delibera. 
Bilveny explicó con amplitud que razonar es interpretar acompañado de deliberar. Pensar que tenemos en cuenta. Pensar que para la mayoría de nosotros RAZONAR ES EL PENSAR MÁS IMPORTANTE, EL QUE MÁS VALORAMOS pues es el razonar que hace que pensemos.
Razonar es el pensar que nos hace pensar. El razonamiento ético cuestiona todo aquello en que creemos. (Justicia, democracia, lealtad). Nos mostró el autor que la ética exige que nos cuestionemos estas aspiraciones para reafirmar o adquirir nuevas aspiraciones. Encontré que entonces, antes de hablar de ética, así a la ligera, diciendo palabras que a veces ni siquiera son entendidas, debemos pensar y razonar, debemos analizarnos a nosotros mismos, cuestionarnos, definirnos; debemos trabajar con nosotros mismos para poder entender y escuchar las razones del otro.
Tarea compleja la de que como personas, como individuos, seamos capaces de observarnos a nosotros mismos, con nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestros éxitos y fracasos, nuestros encuentros y desencuentros. Reto enorme enfrentarnos con nuestra propia mirada y reconocernos, amarnos, respetarnos, aceptarnos tal y como somos. Conscientes de qué es lo que nos hace valiosos y qué es lo que en circunstancias diversas nos pudo haber demeritado.
Labor enriquecedora plantearnos, como lo dice el Dr. Emilio Martínez cuál es nuestro proyecto felicitante de vida, no todos(as) lo tienen. Es importante tenerlo, es fundamental tenerlo presente, es básico "alinear" el pensar, el decir y el hacer. Es indispensable reconocer el yo y el uno mismo y enfrentarlos, hacer que se pregunten, que indaguen, que se correspondan.

domingo, 23 de enero de 2011

"Las horas dolor"



Esta mañana he encontrado en la red, un artículo escrito por alguien que a lo largo de los años ha estado presente, ya sea porque nos encontramos, ya sea porque es una presencia silenciosa, ya sea porque se vuelve voz. Lo que encontré se llama: "Las heridas son puertas" y reaprendí, recordé y como muchas otras veces agradecí.
La vida en muchos sentidos es una largo corredor con muchas puertas. Cada vez que visito un exconvento de los muchos que hay en nuestro hermoso y golpeado país,y llego al claustro alto, cuando me detengo a la entrada de sus largos y umbríos corredores, pienso que representan la vida y su camino: el pasillo suele ser o percibirse a veces muy largo, otras, corto; sus puertas, unas abiertas, otras cerradas, son como las experiencias: unas tienen curso con intención o sin ella, y otras por decisión personal, por miedo ni siquiera las vivimos y las tomamos como oportunidad. A lo largo también hay puertas que en serie, permanecen cerradas, representan las que todavía nos falta decidir si las abrimos o no y casi siempre, al final del largo pasillo hay un gran ventanal que nos deja ver luz allá, al fondo, es la esperanza, es la confianza que al final, siempre hay una luz en el camino.
En este momento recuerdo el último convento que visité el verano pasado, el de Huichapan de Guerrero y qué pasillo y qué matices y qué paisaje al llegar al final del corredor... El espectacular paisaje del valle, es el futuro que podemos construir con sus aciertos y desaciertos. En esos pasillos también encontramos que antes de llegar a la ventana del fondo, el camino se divide cruzándose con otros pasillos y así, desde mi punto de vista, es la vida.
De las horas dolor, me enseñó la autora del artículo que les compartí, Sunny para mí desde hace muchos años, después de escuchar una de sus amenas historias, "Chonita", Chiva de corazón, mujer fuerte, valiente y muy especialmente CONGRUENTE. Alguna vez hemos tenido diferencias, como en toda relación, pero por encima de todo, está la claridad de saber que con ella puedes ir CONFIADAMENTE de frente.
La Chonita me enseñó que en la vida acumulamos horas dolor que con el paso del tiempo nos ayudan a forjar nuestro carácter, a enfrentar las dificultades con dolor pero con dignidad. Me enseñó que las horas dolor nos permiten encontrar formas para ser mejores. Me enseñó las horas dolor nos construyen, nos dejan mirarnos en el espejo con la mirada clara y en alto.
De las horas dolor he aprendido que, efectivamente, forjan nuestro carácter, nos ayudan a entender mejor la vida, nos permiten tener fuerza y valor. Nos ayudan a aprender a ser congruentes. Aprendí que las horas dolor, nos permiten mirar la verdad frontalemnte, porque al final del día nos deja en paz.
Si recapitulo mi vida, hay mucho dolor, pero si al recapitular veo la vida de muchas otras personas, ese dolor, en realidad, no ha sido tanto y entonces, vuelvo mis ojos a la gratitud y vienen a mi mente dos canciones... tres: Gracias a la vida, Sólo le pido a Dios, Cantares y, pensándolo bien, una cuarta, No te salves.
En fin esta reflexión que transita entre la vida y sus pequeños y grandes momentos me lleva a pensar sobre la importancia de ir de frente a pesar de todo, de andar con la mirada en alto (no en la altanería), con la claridad de que las horas dolor nos ayudan a andar el camino por más que a vecer duelan hasta que el aire se va y el pensamiento se llega a oscurecer.

P.D.1 Me encanta Dios.
P.D.2 Gracias al bello grupo de profesores con quienes tuve la oportunidad de trabajar este fin de semana.